¿Alguna vez has imprimido y no has obtenido los colores deseados? Esto se debe a que existen diferentes modelos de color: El digital y el impreso. El primero es denominado RGB y se utiliza para soportes digitales como las pantallas de ordenador o la televisión. El segundo es el CMYK y se aplica sobre materiales impresos, como por ejemplo flyers, carteles o pósteres.
El modelo RGB emplea los colores primarios rojo, verde y azul y realiza un proceso llamado síntesis aditiva, que quiere decir que el color se proyecta con luz, mientras que el CMYK utiliza los colores cian, magenta, amarillo y negro, pero se imprime mediante la síntesis substractiva, que utiliza la luz reflejada en los objetos para mostrar los colores que estos repelen. De manera más resumida: el formato digital emite luz y el impreso la absorbe y la repele.
El formato digital emite luz, mientras que el impreso la absorbe y la repele.
Su principal diferencia a simple vista es la intensidad cromática a la que pueden llegar cada uno. Su saturación. Y es que el modelo RGB puede llegar a reproducir casi 17 millones de colores diferentes, mientras que el CMYK está limitado a un millón. La impresión es más estricta, por eso a veces no obtenemos el resultado que esperábamos.
Para evitar sorpresas que pueden comportar una pérdida de dinero, debemos fijarnos siempre en el formato del documento sobre el que estamos trabajando. En los programas de Adobe es muy sencillo seleccionar el modelo de color con el que queremos trabajar. Por ejemplo, en Photoshop bastará con ir a Imagen > Modo y seleccionar el que deseemos y en Illustrator deberemos desplegar el menú Edición > Ajustes de color y establecer el que más nos convenga.
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